Pro-Russian troops in uniforms without insignia drove an armored vehicle through Mariupol this Saturday. STRINGER (REUTERS)
Sergei Zozulya asked the doctors to try to save his hand.
Give him "a chance".
Lying on a stretcher in the Mariupol regional hospital, without water, without heating, with the glassless windows barely covered with sheets of wood and cardboard, Zozulya closed his eyes and with a sinking stomach he tried not to look.
Drugs were in short supply even there, and the general anesthetic had worn off for days, the paramedics told him.
They numbed his arm and part of his torso "with something," he says.
And they sewed him up as best they could.
Hours earlier, when he was trying to heat a saucepan of soup over a fire in the courtyard of his building, where the neighbors cooked as best they could, he felt a very strong blow to his arm and an explosion.
"I fell to the ground and saw that my hand was no longer a hand," she says in a low voice and calm tone.
Afterwards, races, a tourniquet and to the hospital.
There, lying in the operating room - one for several patients to save electricity from the generator that allows the center to continue operating in a city turned into rubble and without basic supplies - he heard that a pregnant woman, with her foot amputated from the ankle and an open wound in the belly.
“There was no baby anymore.
The nurses commented that Russian planes had bombed two hospitals.
One, the Mariupol maternity.
It was March 9,” says Sergei.
Advance
active
Advance
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Control
Russian
Town
fenced
controlled
by the russians
Combat
recent
recent bombardment
BELARUS
RUSSIA
Chernigov
sumi
Brovary
Kyiv
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UKRAINE
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Deliatin
Zaporizhia
Krivoy Rog
MOLD.
Volnovakha
Mikolaiv
Melitopol
Kherson
Odessa
Mariupol
ROMANIA
CRIMEA
Black Sea
annexed by
Russia in 2014
250km
Note: What is control?
Maintain physical influence over an area to prevent its use by the enemy.
It can be achieved by occupying it or overpowering it with weapons.
It does not imply governance or legitimacy.
Sources: Institute for the Study of War and American Enterprise Institute's Critical Threats Project (for advances and controlled areas);
UK Intelligence (fenced cities);
EL PAÍS and other sources (combats and bombardments).
active advance
previous advance
russian control
fenced city
controlled
by the russians
Combat
recent
Bombing
recent
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Konotop
sumi
Lutsk
Irpin
POLAND
Brovary
Zhytomyr
Kyiv
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Lugansk
Deliatin
DONBAS
Krivoy Rog
Donetsk
Zaporizhia
Volnovakha
MOLD.
Mikolaiv
Melitopol
Kherson
Mariupol
Odessa
Berdyansk
ROMANIA
Sea of Azov
CRIMEA
annexed by
Russia in 2014
250km
Black Sea
Note: What is control?
Maintain physical influence over an area to prevent its use by the enemy.
It can be achieved by occupying it or overpowering it with weapons.
It does not imply governance or legitimacy.
Sources: Institute for the Study of War and American Enterprise Institute's Critical Threats Project (for advances and controlled areas);
UK Intelligence (fenced cities);
EL PAÍS and other sources (combats and bombardments).
active advance
previous advance
russian control
fenced city
controlled by the Russians
recent combat
recent bombardment
BELARUS
RUSSIA
Kursk
Chernigov
Konotop
sumi
POLAND
Lutsk
Irpin
Belgorod
Brovary
Zhytomyr
Yavoriv
Kyiv
Lviv
Kharkiv
UKRAINE
Ivano-Frankivsk
Lugansk
Dnipro
Deliatin
DONBAS
Zaporizhia
Krivoy Rog
Donetsk
Nuclear power station
Mikolaiv
MOLD.
Melitopol
Odessa
Kherson
Mariupol
Berdyansk
ROMANIA
Sea of Azov
CRIMEA
annexed by
Russia in 2014
250km
Black Sea
Note: What is control?
Maintain physical influence over an area to prevent its use by the enemy.
It can be achieved by occupying it or overpowering it with weapons.
It does not imply governance or legitimacy.
Sources: Institute for the Study of War and American Enterprise Institute's Critical Threats Project (for advances and controlled areas);
UK Intelligence (fenced cities);
EL PAÍS and other sources (combats and bombardments).
It is the 24th day of Russian President Vladimir Putin's war against Ukraine and the Zozulya family no longer has a home.
Sergei doesn't even know if he will keep his hand.
He wears his right arm in a sling with a tight bandage that has seen better days and is in dire need of a wash.
But the 47-year-old man, his wife, Oksana, and his two children are alive and have escaped the horror.
They have fled Mariupol, a city turned into smoking ruins.
People were walking through the devastated streets of Mariupol on Friday. STRINGER (REUTERS)
They don't know how long it will last, but for the first time in weeks they can stretch their legs outdoors for more than five minutes without having to run to huddle in the basement because of the shelling.
Even if it is in the parking lot of a nondescript shopping center in Zaporizhia (in the still not too attacked central-southern Ukraine), transformed into a first response point to attend to those displaced by the invasion of the Kremlin.
Especially from Mariupol, from where it is estimated that barely 20,000 people have escaped, according to the authorities.
People who have lost almost everything.
Like them, who until a month ago thought about the horizon of vacations, of family walks on the beach under the sun.
From another day of work for Sergei, who rents
bungalows
in the Sea of Azov.
Of another carantoña for little Nikita, a blond and chubby-cheeked boy of one year and eight months, or of the good grades of Igor, 13 years old, who walks like an uncaged beast around the enclosure.
Los Zozulya han tardado casi un día en llegar a lo que todavía y pese a ataques puntuales parece un puerto seguro. Han llegado en coche, con Serguéi al volante, cambiando de marchas como pudo, con una sola mano, la izquierda. Salieron el viernes de Mariupol, cuando un bombardeo alcanzó su edificio y fulminó en un suspiro el tercer y el cuarto piso y las llamas empezaron a devorar el resto. “Llevábamos viviendo en el sótano con los vecinos semanas porque los bombardeos y los disparos eran constantes”, suspira Oksana mientras trata de tranquilizar a Nikita, que llora a ráfagas mientras mira alrededor desconfiado. “Escriba usted que los aviones rusos están bombardeando la ciudad sin rumbo fijo. Los misiles y los cohetes caen en cualquier lugar. Incluso en una guardería”, pide Serguéi. “Nos liberan de no se sabe quién”, dice irónicamente Oksana. Viste dos o tres jerséis y un abrigo, pero aún así, la mujer parece menuda y frágil. “Ahora los rusos ya están en la ciudad y están tratando de borrarla hasta los cimientos. No hay remedio. Solo marcharse”, dice la mujer de 43 años, encogiéndose de hombros.
Tras semanas de intensos combates, Ucrania ha perdido el control del mar de Azov. Las tropas del Kremlin se han hecho con el puerto de Mariupol, el principal de esas aguas, y han entrado ya en la estratégica ciudad. Con algo más de 400.000 habitantes, la urbe portuaria, es una de las piezas clave de las aspiraciones de Putin. Su control permitiría a Moscú una mejor logística de suministros y refuerzos a las unidades del Ejército ruso que están más al oeste y facilitaría una operación para hacer una pinza con la que rodear a las fuerzas ucranias alrededor del Donbás. Pero sobre todo, allanaría el camino para completar un corredor desde la península ucrania de Crimea, que Moscú se anexionó ilegalmente en 2014, hasta los territorios de Donetsk y Lugansk, controlados por el Kremlin a través de los separatistas prorrusos, a los que sustenta desde hace ocho años y que son la base del argumentario de lo que Putin ha llamado “operación militar especial” para “desnazificar” Ucrania y proteger a la población rusófona del Donbás, región a la que pertenece la asediada Mariupol.
Una ciudad simbólica para el Kremlin también porque su conquista significaría la derrota del batallón Azov, de corte ultranacionalista, y ahora parte de la guardia nacional de Ucrania, en su propia base, su sede, su cuartel general, comenta Alexéi, un joven programador, que acaba de llegar con su esposa, su suegra y el hijo de cuatro años de esta a Zaporiyia. “Las luchas son brutales dentro de la ciudad. Los rusos disparan y los azov responden. Desde cualquier lugar. Desde dentro de la ciudad, desde pisos, desde edificios de apartamentos. Y nosotros en medio de todo”, dice. “Hay disparos de artillería y bombardeos cada media hora. Te duermes con bombas y te despiertas con bombas”, relata. Un sonido que cala hasta el tuétano. Como el miedo.
Alexéi, un joven de grandes ojos almendrados y mirada tímida, cuenta su infierno punto por punto. Casi minuto a minuto. Con una precisión cronológica inquietante. Desde el día que Putin lanzó la invasión y que tenía una entrevista de trabajo que nunca se celebró. Cuando una bomba destruyó el piso de su suegra, Viktoria. Cuando perdió el contacto con los amigos con coche que debían pasar a recogerles a él y a Tatiana, de 26 años. Cuando metieron todas sus cosas en unas cuantas bolsas y salieron de su piso para no volver. Primero, en el vehículo de unos conocidos. Después, en autostop. Cuando se lavaron la cara y las manos, después de tres semanas. “Hemos dejado atrás todo. Todos nuestros recuerdos. Las fotografías…”, dice el joven, de 27 años. En los 24 días de invasión ha forjado recuerdos nuevos. Tantos como para llenar varias vidas. Muchos recuerdos y grandes pesadillas. “Ya no queda nada de Mariupol. Todo se ha convertido en polvo”, se lamenta.
Danilo Yevmanchuk y Valeria Moscovtsova huyeron del infierno a pie. Metieron lo que pudieron en tres maletas y echaron a correr. Llevaban 22 días sin agua, sin electricidad y sin calefacción. Caminaron más de cinco kilómetros desde su refugio de Mariupol hasta que un coche con otras personas que huían les paró. Se apiñaron siete en el vehículo hasta un pueblo cercano Y de allí, autostop a otro punto. Pasando por controles rusos en los que los soldados de Putin les revisaron el móvil en busca de algún tipo de pista, y rastrearon el cuello, los brazos, los hombros, las rodillas, en busca de tatuajes “de tipo nacionalista”, cuenta Danilo. Después, otro coche. Otra ayuda. Y otro más. Hasta el anodino centro comercial de Zaporiyia, donde el bucólico mobiliario de jardín, que aún tiene el precio, y los anuncios de ofertas de yogures y colchas de dos por el precio de uno contrastan con los rostros cansados y angustiados de decenas de personas que apuran tratan ahora de decidir qué hacer con lo que queda de su vida.
Unos desplazados de Mariupol llegaban este sábado a Zaporiyia.STRINGER (REUTERS)
El asedio es como un cinturón cada vez más ancho y apretado. Un cordel que estrangula. O como una serpiente que ondula para tratar de atrapar a su presa. Y Danilo y Valeria, de 25 y 23 años, llevan huyendo de esa serpiente desde hace semanas. Primero, un proyectil cayó en su edificio y se mudaron al sótano. Después, preocupados por los abuelos de ella, que apenas podían salir a buscar agua, a calentar la comida, se mudaron a su apartamento. “Ahí todavía vivíamos como gente normal, como personas, dormíamos con colchones sobre el suelo, incluso en pijama. Luego todo se convirtió en un infierno. Los aviones empezaron a sobrevolar nuestra zona. A disparar. Y tuvimos que bajar al sótano. Hemos estado 10 días. 10 días bebiendo nieve y zumo”, dice Valeria. Cuenta que se han marchado dejando a la familia atrás. Los abuelos, octogenarios, no les dejaron opción. “Ya casi no había agua. Sabían que si nos quedábamos probablemente todos moriríamos”, se lamenta la joven, que lleva sobre los cabellos castaños un cómico gorrito rosa con orejas de oso. Otro contraste entre el espanto.
Valeria desearía que todo lo que se ha dicho de Mariupol fuese mentira: que derriten nieve para poder beber; que cocinaban, hasta que los bombardeos se hicieron continuos, en hogueras en la calle; que ya no hay comida, ni medicamentos; que además de los vecinos que rompieron las ventanas de los supermercados y las farmacias para coger lo que necesitaban para subsistir hubo saqueadores que se llevaron televisiones, incluso en una ciudad sin electricidad. Que los cadáveres, en el mejor de los casos, se entierran en fosas, o en los parques y jardines, otros, yacen sin recoger por las calles: “El cementerio principal está fuera de Mariupol y es imposible llegar por los bombardeos. Pero incluso pudiendo: quién gastaría combustible que se reserva para poder huir para eso. Si fuese mi cuerpo yo no querría que otro se arriesgase. Así es la guerra. Hay que sobrevivir”.
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